• Germán Cerrato
  • Posts
  • Cambiar la manera de pensar: 3 libros en 3 párrafos (y el verdadero desafío de aplicarlo)

Cambiar la manera de pensar: 3 libros en 3 párrafos (y el verdadero desafío de aplicarlo)

A partir de otras publicaciones, varias personas me escribieron con el mismo comentario: “Entiendo que necesito cambiar mi manera de pensar… pero no sé cómo hacerlo”.

Este artículo nace de ahí. Me apoyaré en tres libros, que buscaré conectar de forma simple.

Aclaro: no soy psicólogo ni neurólogo. Solo comparto ideas que leí en autores especializados y que fui aplicando en mi vida.

No es una fórmula mágica, pero sí una síntesis de lo que a mí me sirvió.

Porque cambiar la forma de pensar no se trata solo de entenderlo, sino de practicarlo.

Los tres libros

En Metamanagement, Fredy Kofman plantea que nuestra manera de pensar no es tan original como creemos. Muchas de nuestras creencias —sobre nosotros mismos, los demás y el mundo— provienen del entorno donde crecimos: familia, escuela, cultura. Esas creencias forman un “sistema operativo” invisible que guía nuestras interpretaciones y decisiones. Cambiar, entonces, requiere primero tomar conciencia del observador que estamos siendo. No podemos elegir una vida distinta si seguimos mirando con los mismos lentes.

En Sobrenatural, Joe Dispenza explica que la atención es energía creadora: donde ponemos el foco, estamos invirtiendo nuestra energía vital. Si cada día pensamos lo mismo, sentimos lo mismo y hacemos lo mismo, seguimos recreando la misma realidad mental y emocional. Para generar un cambio real, necesitamos interrumpir ese circuito repetitivo y sostener una nueva atención —intencionada, emocionalmente cargada y coherente— sobre lo que sí queremos crear. Cambiar nuestros pensamientos no es solo un ejercicio mental: es una transformación energética y fisiológica.

En ÁgilMente, Estanislao Bachrach aporta el sustento biológico: el cerebro es plástico. No es una estructura fija, sino un sistema que cambia constantemente. Cada vez que aprendemos algo nuevo o actuamos distinto, se forman nuevas conexiones neuronales. Para que esas conexiones se mantengan, hace falta repetición, conciencia y emoción. Bachrach propone una serie de herramientas prácticas para “hacer músculo neuronal”: desde ejercicios de atención hasta microacciones diarias. Reprogramar el subconsciente es posible si entendemos cómo funciona… y si lo entrenamos con método y constancia.

Una verdad incómoda (pero potente)

Si combinamos lo que proponen estos tres autores, aparece una verdad poderosa (y algo incómoda): no somos tan libres como creemos. Venimos precargados con una forma de mirar el mundo. Lo que llamamos “personalidad” muchas veces es solo una suma de creencias heredadas, atajos mentales repetidos y reacciones aprendidas desde la infancia. Y a lo largo de la vida, vamos reafirmando o adaptando esas creencias que hoy nos definen. Pero no estamos condenados a ser así para siempre.

Primero, necesitamos tomar conciencia del observador que somos (Kofman). Eso implica frenar el automático y hacernos preguntas incómodas: ¿Por qué reacciono siempre igual? ¿Quién me enseñó a pensar así? ¿Qué creencias sigo repitiendo que ya no me sirven? Solo cuando vemos el filtro, podemos empezar a modificarlo.

Segundo, la atención es una herramienta poderosa de la que disponemos (Dispenza). Porque lo que atendemos, lo fortalecemos. Si pasamos el día pensando en lo que falta, lo que no podemos o lo que nos preocupa, eso es lo que alimentamos en nuestro sistema. Pero si sostenemos la atención —con intención y emoción— sobre lo que sí queremos construir, empezamos a tallar nuevos caminos internos.

Y tercero, necesitamos un método. Ahí entra la práctica neurobiológica (Bachrach). El cerebro no cambia sólo por leer frases inspiradoras. Cambia por repetición y conciencia sostenida. Cada vez que pensamos, sentimos y actuamos de forma diferente —y lo hacemos con constancia— se forman nuevas conexiones neuronales, y lo que al principio parecía forzado se vuelve natural.

Meditar no es desconectarse: es entrenarse

Meditar es la herramienta que recomiendan estos autores para reprogramar el subconsciente. Ese subconsciente que gestiona más del 90% de nuestras acciones automáticas durante el día.

Meditar no es poner la mente en blanco. Es una forma concreta de salir del piloto automático, observar pensamientos sin juzgarlos y redirigir la atención. Y en estados de calma (cuando el cerebro baja de ondas beta a alpha o theta), el subconsciente está más disponible para el cambio. Ahí es cuando se pueden instalar nuevas ideas con más profundidad.

Y lo digo por experiencia: compilar estos libros y combinarlos en un texto claro, como podría ser este, es relativamente fácil. Lo difícil es aplicar la práctica con constancia. Sentarse cada día, entrenar la mente, notar los pensamientos automáticos, resistir el impulso de reaccionar igual que siempre, sostener la nueva atención, repetir. Eso es lo que transforma. Y no es cómodo. Pero funciona.

Puedes empezar con meditaciones tipo mindfulness (para calmar el ruido mental) y combinarlas con meditaciones activas (donde reformular creencias limitantes de forma intencionada).

¿Y cuánto tarda en verse el cambio?

Hace poco alguien me preguntó: “¿En cuánto tiempo se ve un cambio real? ¿Cuándo lo empiezo a sentir?”. Como si el cambio fuera un KPI.

Mi respuesta fue: varios autores coinciden en que un nuevo hábito se instala a partir de los 21 días de repetición sostenida. Deepak Chopra, Robin Sharma, Daniel Goleman y Estanislao Bachrach mencionan esta cifra como punto de partida. Pero no es magia. Lo más profundo —como un cambio de identidad o de mentalidad— seguramente tome más tiempo, y dependerá del “background” de cada persona y su situación emocional y vital.

¿Entonces… cómo empiezo?

Por lo que aprendí (y también por experiencia), sé que el cerebro no es rígido: es plástico. Cada vez que repetimos una idea, un comportamiento o una emoción, reforzamos una red neuronal. Y cada vez que dejamos de alimentar un patrón, se debilita.

Por eso, transformarse no es eliminar pensamientos negativos a la fuerza, sino dejar de darles energía y construir otros nuevos, más útiles y verdaderos.

Tres prácticas simples que me ayudaron:

  1. Detectar el guion que repito.

    ¿Qué frases aparecen automáticamente en mi cabeza?

    ¿De dónde vienen? ¿Son actuales… o heredadas?

  2. Entrenar la atención.

    Practico meditación todos los días. No para dejar de pensar, sino para salir del ruido mental, volver al presente y reprogramar el subconsciente.

  3. Reescribir creencias. Empezar a pensar y hablar en positivo/posibilidad (no en limitación o faltante)

    Tomo una idea limitante y la reformulo con intención:

    “No estoy listo” → “Estoy creciendo en esta dirección”.

    “No soy bueno para esto” → “Estoy aprendiendo a hacerlo mejor”.

En resumen:

  • No somos rígidos. Somos moldeables.

  • No basta con querer cambiar. Hay que practicar.

  • No hace falta entender todo para empezar. Basta con hacerlo.

Y si no sabes por dónde comenzar, empieza por observarte.