- Germán Cerrato
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Cuidado con lo que deseas... lo más probable es que lo logres
"El problema no es apuntar alto y fallar; el verdadero problema es apuntar bajo... y acertar." ¿qué estás pidiendo de verdad?

Una persona que me aportó mucho en mis procesos de cambio solía repetirme:
"El problema no es apuntar alto y fallar; el verdadero problema es apuntar bajo… y acertar."
A veces creemos que lo que deseamos es lo que realmente queremos, pero no siempre es así. Si uno se detiene a pensarlo, no es lo mismo desear tener cien mil dólares guardados para sentirse seguro, que desear ser independiente y, como consecuencia, construir ese mismo colchón. El primer deseo es superficial, es miedo disfrazado de objetivo; el segundo nace de una visión más profunda, de una búsqueda real de sentido.
Y ahí aparece la conversación interna más importante: ¿qué estoy pidiendo de verdad? ¿Qué deseo porque lo siento en el corazón, no porque lo razoné? Es ahí donde entra en juego la diferencia entre las decisiones racionales y las que vienen del corazón. Y creo, sinceramente, que las más certeras son esas, las que nacen de adentro, las que uno siente antes incluso de poder explicarlas.
Cuando me inicié como independiente, no tenía claro al 100 % qué iba a hacer. Solo sabía que quería arrancar con mi proyecto gastronómico, pero mi estómago me decía que no era suficiente, que debía tener varios proyectos en simultáneo. Mi razón —y el consejo fácil de quienes intentaban solucionarme la vida desde sus zapatos— me gritaba que no, que eso quitaba foco, que era riesgoso, que no tenía el conocimiento técnico. Pero yo siempre trabajé con una visión a diez años: me imaginaba con múltiples proyectos. No sabía cuáles serían, los fui construyendo en el camino (y aún continuo). Finalmente, terminé trabajando en una fintech de medios de pago, cuando venía de años en desarrollo inmobiliario. Y claro, uno de esos proyectos sí fue sobre desarrollo inmobiliario comercial, algo que me daba tranquilidad porque tenía afinidad con lo que sabía hacer. Los otros, los fui aprendiendo en el camino. Y ahí estuvo la clave: sostenerme en la visión, prepararme mientras avanzaba, y permitirme crecer en lo que aún no conocía.
Claro, no se trata de lanzarse a ciegas. Es importante que en nuestra planificación haya razonamientos, cálculos, saber si nuestro presupuesto permite asumir ciertos riesgos. Si no es el momento, si los recursos no alcanzan, hay que ser conscientes y ajustar el camino. Pero si contamos con algo de autonomía, con un margen, entonces vale la pena arriesgarse. Porque, al final, lo que menos pesa en la balanza es haber tomado decisiones desde el corazón, desde lo que realmente queríamos. Incluso si no sale como esperábamos, lo que queda no es arrepentimiento: es satisfacción. Satisfacción de haberlo intentado, de no haber dejado cosas sin hacer por miedo, por dudas, o por falta de decisión. Porque al final del camino, las cuentas se pagan con dinero… pero la tranquilidad personal se paga con autenticidad.
No hace falta responderlo en voz alta, pero te pregunto lo siguiente: