"Ex-CEO de...” no es una identidad. Es una etapa.

En esta publicación intento ordenar ideas sobre algo que suele aparecer en muchos momentos de carrera: cómo presentarse cuando cambia la etapa profesional, cómo soltar el “ex-CEO” sin perder la esencia, y cómo repensar la trayectoria más allá de los cargos que tuvimos.Es un texto largo, pero quizás puede aportar — ahora o más adelante.

Cuando se inicia una transformación profesional, puede resultar tentador seguir presentándose por lo que uno hizo. Si eso brinda seguridad al comienzo, está bien; pero no conviene dejarlo instalado. Aunque ese nuevo “yo” pueda parecer menor frente a ese “ex-CEO”, es lo que realmente está siendo hoy. Y, como en todo proceso, necesariamente debe haber un inicio. Seguir aferrado a lo anterior puede demorar –o incluso friccionar– con lo nuevo que está por construirse.

Aunque ese nuevo “yo” pueda parecer menor frente a ese “ex-CEO”, es lo que realmente está siendo hoy.

Creo que parte de avanzar hacia una transformación profesional tiene que ver con soltar. Soltar parte de lo anterior. Parte de lo que hicimos, logros que quedaron para nuestra empresa anterior, los títulos que supimos tener en otra estructura. Porque aunque lo anterior nos define hoy, no necesariamente representa quiénes somos de verdad. Es fácil –y tentador– pensar que somos lo que hicimos, lo que conseguimos. Pero en el fondo, somos más bien lo que pensamos, lo que valoramos, lo que nos importa. Nuestra esencia. Eso es lo que realmente nos identifica, aunque muchas veces quede eclipsado por la fachada de nuestros logros.

Somos más bien lo que pensamos, lo que valoramos, lo que nos importa. Nuestra esencia.

El miedo aparece cuando sentimos que al dejar atrás esos logros, algo de nuestra identidad también se borra. Pero no es así. Nuestra esencia se sostiene si nosotros la sostenemos. Uno no deja de ser ingeniero por dejar de ejercer. Sigue siéndolo, aunque ya no esté actualizado o vinculado al rubro. Del mismo modo, uno puede haber sido CEO y hoy estar construyendo algo desde cero. Lo importante es no quedar aferrado al pasado como única fuente de validación.

En entorno influye, claro.

Por supuesto, el entorno influye. Si estamos inmersos en un ambiente social o profesional que valora casi exclusivamente el recorrido, lo hecho, lo visible, es fácil limitarse. Muchas veces, ese entorno también se reafirma a través nuestro. Validar nuestra experiencia es una forma de validarse a sí mismos. Y así, sin darnos cuenta, todos quedamos atrapados en la lógica de mostrarnos por lo que fuimos. En esos contextos, rara vez se nos interpela en profundidad sobre lo que pensamos, los valores que nos guían, la mentalidad con la que enfrentamos los desafíos.

No es un juicio, simplemente una observación. Las empresas, por ejemplo, muchas veces buscan perfiles que hayan demostrado capacidad concreta para resolver problemas específicos. Y es lógico: si necesitan a alguien para liderar determinada área, tiene sentido llamar a quien ya lo haya hecho. Pero en otros casos, especialmente en puestos más estructurales, más estratégicos, el foco no puede estar solo en lo que se hizo, sino en cómo se piensa. En lo que uno proyecta. En lo que puede construir.

¿Como definirían Trayectoria?

En otra publicación, cuando hablé sobre vocación, distinguí entre tres categorías: trabajo, carrera y vocación.

  • Un trabajo es aquello que te permite pagar el alquiler.

  • Una carrera es un recorrido hacia posiciones cada vez mejores.

  • Una vocación es algo que forma parte de tu identidad, que te atraviesa y da sentido a lo que haces.

En este texto me gustaría sumar una cuarta categoría: la trayectoria.

¿Por qué? Porque no todos transitamos una única carrera. Muchos hemos pasado por diferentes mundos. En mi caso, viví etapas muy distintas: primero fui militar, luego ejecutivo en el mundo corporativo, y más tarde, emprendedor. Podría hablar de tres carreras separadas, pero prefiero verlas como parte de una misma trayectoria. Una narrativa que les da sentido conjunto. La trayectoria permite integrar esas etapas. Y lo que les da unidad no es lo que hice en cada una, sino quién fui al hacerlo: mis valores, mi mentalidad, mi modo de comprometerme.

Lo interesante es que esos atributos no fueron siempre los mismos. Cambiaron, evolucionaron. Incluso mis valores –aunque en esencia siguen siendo los mismos– han ido variando en su orden de prioridad. En mis primeros años, por ejemplo, la lealtad, el compromiso con el servicio y la camaradería eran centrales. Hoy valoro más el equilibrio, el propósito, la autonomía. Todos son buenos, pero ocupan lugares diferentes según la etapa. Y eso también es parte del camino. Adaptar la mentalidad a lo que uno necesita ser para obtener los resultados que busca en cada momento.

Ese es el verdadero cambio. Y lo ilustra muy bien una frase de Fredy Kofman que cité en otra oportunidad:

“La paradoja es que para conseguir un resultado, es necesario primero comportarse de manera tal de producir ese resultado, y para comportarse de tal manera, es necesario primero ser el tipo de persona capaz de comportarse así.”

En otras palabras, primero se cambia el ser. Después, el hacer. Y solo entonces, el tener (nuestros resultados).

¿Se sintieron atrapados en logros del pasado?

En un cambio de etapa o de ciclo, quedarse aferrado a los logros del pasado puede ser una trampa. Porque sin quererlo, uno termina aferrado al ser que los obtuvo. Y si ese “yo” ya no es suficiente para lo que viene, hay que tener el coraje de dejarlo atrás. Agradecerle, sí. Reconocerle lo que logró. Pero no quedarse anclado a él.

Vuelvo a un ejemplo que me resulta cercano: es común ver profesionales que se presentan como “ex CEO de Empresa X”. Lo hacen con orgullo, y con razón. Pero yo intento evitar esa lógica. En mi caso, podría decir “ex gerente general de una compañía regional de centros comerciales”, pero elijo otra presentación: director ejecutivo de mi consultora actual. No por negar el pasado, sino porque esa presentación representa lo que estoy haciendo hoy, lo que tengo para aportar, lo que quiero construir. No necesito esconder lo anterior. Pero sí me parece más valioso presentarme por lo que soy hoy y no sólo por lo que fui.

¿Comparten conmigo que la prioridad de los valores puede ir cambiando? (No anularlos, reordenarlos)

Cambiar de etapa profesional no es simplemente cambiar de cargo. Es revisar quién uno es. Qué valores quiere priorizar. Qué tipo de persona necesita ser para que el nuevo proyecto funcione. Si sigo operando con la mentalidad anterior, probablemente repita patrones que ya no me sirven. Si pretendo resultados nuevos, tengo que empezar por el principio. Y eso implica, necesariamente, revisar mi ser.

La trayectoria no es una línea recta. Es un mapa con distintos caminos, curvas, desvíos. Pero si uno sabe quién es en el fondo, puede recorrer todos esos caminos sin perderse. Porque la esencia permanece. Y la transformación –cuando es real– no borra lo anterior: lo integra, lo reordena, lo resignifica. Y nos prepara para lo que viene.

En este artículo, intento aportar una mirada a quienes hoy se sienten en el limbo, o saben que pronto lo estarán. Porque, como todo proceso real, atravesar un cambio de etapa profesional no sucede de un día para otro. Uno no pasa de CEO en relación de dependencia a consultor independiente con solo hacer clic mental. Hay una transición. Y como toda transición, necesita un inicio.

Cierre

Este texto es un intento de acompañar ese inicio: para que no creamos que la única opción es presentarse como “ex CEO”; para recordar que nadie nos va a validar si no nos validamos primero; para no olvidar que tenemos talentos y atributos que nos trajeron hasta acá, y que el próximo paso tiene que ver con aprender a contarlos bien; porque posiblemente se terminó una etapa, pero no nuestra trayectoria; y porque, si una carrera llegó a su fin, quizás sea el momento de iniciar otra.