La tensión entre controlar y crear

A veces el control da orden. Otras veces... lo complica todo.¿Cómo diferenciar el control como proceso del control como actitud?

Siempre tuve una relación ambigua con el control.

Por un lado, es necesario: presupuestos, agendas, reportes, indicadores… sin eso no hay gestión posible.

Pero con los años entendí que el problema no es el control como proceso, sino el control como actitud.

Y ahí aparece la diferencia.

Mientras el gerente busca certeza y previsibilidad, el emprendedor se mueve en la incertidumbre, creando algo que todavía no existe.

El primero necesita que todo funcione según el plan; el segundo, que al menos algo funcione para poder empezar.

La trampa del 5C

Viajo mucho. Y casi siempre intento reservar el asiento 5C: pasillo, cerca de la salida, lejos de la cortina que divide cabinas. Sé que es lo más cómodo para mí.

El tema es que cuando no lo consigo, me cambia el humor. Me frustro, me enojo.

Mi esposa me dice: “es solo un asiento”.

Y tiene razón, pero me cuesta soltarlo.

Con el tiempo entendí que no es el asiento lo que me incomoda, sino la necesidad de tener todo bajo control.

Esa pavada me ha hecho gastar energía y malhumores innecesarios.

Lo aprendí a ver como un espejo: si no entreno soltar en cosas pequeñas como esta, después me cuesta mucho más soltar en las grandes.

Practicar la incertidumbre

Una vez alguien me dijo que no lograba entenderme cuando hablaba de “abrazar la incertidumbre”.

Y le doy la razón: veníamos de la misma formación profesional, donde todo giraba en torno a controlar.

La única manera que encontré de explicárselo fue:

la incertidumbre se practica.

Animarse a dejar un margen sin controlar todo.

No como un salto al vacío, sino como un ejercicio.

Ver qué pasa si por un rato no tengo todo bajo control.

Y descubrir que, muchas veces, lo que aparece es incluso mejor que lo que yo había planificado.

Cuando uno suelta un poco, la vida suele sorprender mejor que cualquier plan.

Cuando la realidad se impuso sobre el plan

En PVS —Fintech de medios de pago— teníamos decidido que la expansión en Colombia con nuestro producto PIX empezaría en San Andrés y luego Cartagena.

Ese era el plan: fechas, hitos, proyecciones… todo perfectamente ordenado.

Y como suele pasar, yo quería que todo saliera exactamente así.

El problema es que la realidad no leyó el plan.

Mientras esperábamos ciertas aprobaciones, nos empezaron a llegar consultas desde Leticia, en la región amazónica de Colombia, frontera con Brasil.

Mi primera reacción fue descartarlo: “no podemos tener más dispersión geográfica”.

Pero esa frase, que sonaba razonable, escondía otra cosa: la necesidad de controlar el orden de los pasos.

Lo irónico es que la oportunidad estaba ahí, frente a nosotros:

brasileños cruzando a diario la frontera libre para hacer sus compras en Colombia.

No fue que “solté el control”; fue que la realidad me obligó a hacerlo.

Cambiamos el orden: San Andrés, Leticia y luego Cartagena —casi en simultáneo, pero con distintos esfuerzos comerciales—.

Y recién entonces entendí que el control, cuando se vuelve rigidez, nos impide ver lo evidente.

Control como herramienta, no como actitud

Aclaro: no estoy en contra de los planes, presupuestos o herramientas de gestión.

Los uso todos los días.

Pero aprendí que, en el camino emprendedor, lo que más sirve se parece más a un MVP: algo mínimo que permita arrancar, y después ajustar sobre la marcha.

Como dice un dicho que me gusta: “Arranca el camión, que los limones se acomodan solos”.

Hoy mi desafío personal no es dejar de controlar, sino distinguir cuándo el control ordena y cuándo me frena.

Porque si lo que quiero es crear, necesito espacio para lo inesperado.

A veces, soltar no es perder el control.

Es ganar perspectiva.

👉 El control como actitud limita.

👉 El control como herramienta ordena.

La diferencia parece sutil, pero en el camino del emprendimiento, lo cambia todo.