- Germán Cerrato
- Posts
- ¿Para qué eres bueno? ... y si ya no estás usando tus talentos?
¿Para qué eres bueno? ... y si ya no estás usando tus talentos?
A veces creemos que somos buenos en algo por lo que hemos logrado hasta ahora.Pero no siempre tenemos claro para qué somos realmente buenos...hasta que el contexto cambia y nos obliga a volver a nuestras bases.

No siempre nos detenemos a pensar si llegamos usando nuestros mejores talentos (si es que alguna vez los listamos), o si simplemente fuimos alcanzando metas convenientes, a mano.
No siempre se trata de una crisis.
A veces estás bien, incluso disfrutas lo que haces.
Pero en paralelo, empieza a sentirse que algo necesita cambiar.
No siempre lo puedes explicar.
Es una incomodidad leve, que se vuelve más difícil de ignorar.
Una sensación de estancamiento, de piloto automático.
De que, aunque nada está mal, tampoco está del todo bien.
Esa sensación puede durar meses, incluso años.
A veces sigues en un lugar porque quieres.
Otras, porque te conviene.
Y en ocasiones… porque nadie (ni tú mismo) se animó a cerrar esa etapa.
En todo caso, cada tanto está bien preguntarse conscientemente para qué eres bueno.
No solo para usar esos recursos, sino también para nutrirlos mientras disfrutas lo que haces.
La pregunta del título aparece cuando el entorno cambia
Definitivamente, esa pregunta aparece con fuerza cuando las condiciones cambian.
En mi caso, los logros eran fantásticos, pero venía sintiendo que necesitaba algo distinto.
Fue un cambio consciente, aunque atravesado por incertidumbre.
Y cuando finalmente la estructura que me había contenido durante años dejó de estarlo, apareció una pregunta que me expuso más de lo que imaginaba:
👉 ¿Cómo sigo?
Y para eso, tuve que preguntarme algo aún más básico:
¿En qué soy realmente bueno?
Tanto tiempo abocado a lo que tenía que hacer —y que salía bien— que me había distanciado de los atributos que me habían traído hasta ahí.
Parto de la base de que solo considero opciones que me interesan y me gustan.
¿Cómo proyectarme, si no sabía en qué apoyarme?
Durante mucho tiempo había funcionado bien.
Tenía responsabilidades, logros, reconocimiento.
Y sí: disfrutaba gran parte de lo que hacía.
Pero mirando en retrospectiva, me doy cuenta de que hacía años que no me preguntaba para qué era bueno, más allá del cargo o del sistema.
Solo respondía a lo que el entorno requería.
Y lo hacía bien.
Pero no necesariamente estaba entrenando mis talentos.
Simplemente repetía lo que ya sabía hacer.
La mentalidad se transforma, pero el talento se descubre
Con retrospectiva, esa etapa cobra sentido con una idea que hoy me resulta más clara:
👉 La mentalidad se transforma. El talento se descubre.
Uno puede entrenar su mentalidad, adoptar nuevas formas de ver, pensar y actuar.
Y eso es fundamental para crecer, adaptarse y evolucionar.
Fredy Kofman lo resume con claridad: no alcanza con hacer; primero hay que ser la persona capaz de hacerlo.
Pero —y aquí está el matiz— por más que trabajes tu mentalidad, no todo es alcanzable solo con voluntad.
Podrías ser muy disciplinado, y aún así no vas a convertirte en Messi si no tienes ese talento natural.
No por falta de esfuerzo, sino porque el talento no se fabrica: se reconoce.
El talento es esa predisposición que te hace destacar sin tanto desgaste.
Eso que se te da con fluidez, que otros notan aunque tú no siempre lo valores.
A veces está tan integrado a ti que ni siquiera lo ves como algo especial.
Y justamente por eso hay que detenerse a descubrirlo.
Porque cuando te conectas con tus talentos reales —no con lo que aprendiste a hacer bien por repetición, sino con lo que está en tu base— entonces tienes un punto de apoyo mucho más potente para transformarte, elegir y avanzar.
Ahí entendí que mi próximo paso no debía construirse desde la expectativa externa, sino desde adentro:
desde lo que sabía hacer bien, desde lo que me entusiasmaba, y desde lo que todavía quería aprender.
Un ejercicio que me ayudó a empezar
Para salir de esa niebla, hice algo sencillo pero útil: me senté a escribir.
Dividí la hoja en tres columnas.
Tres dimensiones que, juntas, me ayudaron a redefinir mi punto de partida:
Qué me gusta hacer: Generar ideas, estructurar proyectos, exponer, liderar proyectos…
Para qué soy bueno: Proyectar cifras, ordenar, sintetizar, crear visión, sistematizar…
Qué me falta y me interesa desarrollar: Disfrutar más, confiar más, actualizarme, nuevas perspectivas…
No fue revelador en el momento.
Pero sí me ayudó a recuperar claridad y foco.
Y lo más importante: me permitió ver que, incluso fuera del sistema, había algo mío que valía la pena sostener, nutrir y expandir.
Porque cuando conectas lo que sabes hacer bien, con lo que te entusiasma y con lo que te impulsa a crecer, la brújula empieza a alinearse de nuevo.
Pasión, talento y propósito
También entendí que:
La pasión es lo que te entusiasma.
El talento es lo que te sale bien sin mayor esfuerzo.
El propósito aparece cuando ambas cosas se alinean.
No siempre coinciden.
Y está bien.
A veces tienes talento para algo que ya no te entusiasma.
O pasión por algo que aún no sabes hacer bien.
Lo importante es reconocer en qué punto estás… y avanzar desde ahí.
¿Y cuánto se puede desarrollar un talento?
Mucho. Pero no sin límites.
Tres cosas lo potencian:
La práctica deliberada.
El contexto adecuado.
Un propósito que le dé sentido.
Si sigues en tu puesto… o si ya diste el salto
Este texto no es un manifiesto para renunciar.
Tampoco una idealización del cambio.
Es una invitación a frenar un momento y preguntarte:
¿Estoy creciendo o repitiendo?
¿Estoy usando mis talentos o sobreviviendo con lo que sé?
¿Estoy donde quiero… o simplemente donde quedé?
Si sigues en tu puesto, está perfecto.
A mi me sirvió no postergar estas preguntas.
Y si ya diste el salto, que no te exijas tener todas las respuestas de inmediato.
A veces lo más importante no es tener claridad absoluta, sino volver a escucharte con honestidad.
Porque cuando cambia el contexto, lo único que te queda… eres tú.
Y si sabes para qué eres bueno, no empiezas de cero.
Empiezas desde ti.