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¿Un solo proyecto o varios a la vez? (Parte II) Lo que logré después de actuar (y no solo pensar)
En un artículo anterior conté cómo iniciar varios proyectos me ayudó a arrancar desde la inseguridad y la necesidad de diversificar.En esta segunda parte, comparto cómo esa elección también me ayudó a redefinir mi identidad profesional probando distintos roles en acción.

Hace un tiempo publiqué el artículo “Un emprendimiento o varios a la vez: mi experiencia luego de la corporación”, donde compartí mi experiencia al dejar el mundo corporativo y enfrentar una decisión que muchos nos hacemos al emprender:
¿Conviene tener un solo proyecto o varios al mismo tiempo?
En ese momento, conté por qué había elegido tener varios:
Diversificar riesgos.
Incertidumbre respecto a si mis ideas funcionarían.
Generar ingresos en distintos plazos.
Aprovechar mi red de contactos en diferentes países.
Así logré desarrollar (con el tiempo, y no de la noche a la mañana) un portafolio diverso: la expansión hacia Chile y Colombia de una Fintech que ya operaba en Argentina, un negocio gastronómico también en Argentina, y un desarrollo inmobiliario comercial en Chile. Luego se sumaron otros proyectos.
Sin haberlo planificado de forma tan estructurada, terminé diversificando en horizontes (corto, mediano y largo plazo), tipo de apuesta (capital o tiempo) y geografía (mercados conocidos, para mitigar riesgos).
Pero la verdadera transformación no fue operativa. Fue mental.
Tuve que pasar de evitar errores a diseñar, probar, equivocarme y ajustar rápido.
De esperar certezas a convivir con la incertidumbre.
De buscar aprobación a entender que los “no” acumulados eran parte del proceso y me ayudaban a corregir el rumbo.
En esta Parte II quiero compartir una nueva perspectiva sobre el mismo tema (múltiples proyectos), que me ayudó a resignificar mi experiencia: las ideas de Herminia Ibarra, autora del libro Working Identity.
Leí el libro después de haber probado múltiples caminos y de empezar a entender con cuáles quería continuar.
Me hubiera gustado haber encontrado ese marco teórico antes, aunque sinceramente, no estoy seguro de que lo hubiera comprendido igual sin haber transitado ese proceso previamente.
De cualquier modo, lo comparto por si estás atravesando una etapa similar. Tal vez te sea útil ahora, o quizás más adelante.
A mí me hizo sentido cuando ya había pasado por todo y mirando en retrospectiva.
Identidad en tránsito: la teoría de los “distintos yo” (Herminia Ibarra)
Su idea central dice: la identidad profesional no se descubre, se construye. Y no se construye pensando, sino actuando.
Para Ibarra, la identidad no es algo fijo, sino una narrativa en constante evolución.
Cuando cambiamos de carrera, emprendemos o nos reinventamos, esa narrativa entra en crisis: lo que fuimos ya no nos representa, y lo nuevo todavía no tiene forma.
Ahí aparece uno de sus conceptos clave:
“No cambiamos porque descubrimos quiénes somos. Cambiamos, y al hacerlo, descubrimos quién podemos ser.”
En lugar de buscar respuestas desde la reflexión abstracta, Ibarra propone explorar distintas versiones de uno mismo en acción: probar diferentes “yo posibles”, asumir roles nuevos y observar qué encaja y qué no.
Esa exploración activa es lo que nos permite construir una identidad más auténtica y coherente.
¿Por qué asumir distintos roles puede ser útil en momentos de transición?
Porque no sabemos de antemano cuál nos quedará mejor.
Porque el entorno también influye en nuestra identidad.
Porque solo en la acción descubrimos nuevas capacidades.
Porque reduce la presión de tener todo resuelto.
Exploración activa vs. reflexión pasiva
Ibarra también cuestiona la creencia de que la introspección, por sí sola, conduce al cambio.
Pensar sin actuar puede inmovilizarnos.
En cambio, actuar —aunque sea en roles secundarios, laterales o paralelos— nos permite:
Obtener información real (sobre lo que funciona y lo que no).
Ganar energía (porque el movimiento activa).
Generar nuevas conexiones.
Lograr claridad (no solo por pensar más, sino por vivir más).
Después de explorar el valor de asumir múltiples roles, quiero también bajar a tierra algunas ideas prácticas que complementan esta visión.
La primera es una distinción entre emprendimiento y startup. Una segunda idea viene de un enfoque de Bill Aulet, en su libro Disciplined Entrepreneurship y asociada a los mitos del emprendimiento.
💡 Emprendimiento vs. Startup: no son lo mismo (aunque comparten espíritu)
Ambos parten de lo mismo: alguien que detecta una oportunidad y decide empezar.
Pero tienen enfoques diferentes:
Un emprendimiento tradicional busca rentabilidad sostenida, estabilidad y control. Por ejemplo un restaurante o una consultoría.
Una startup busca escalar rápidamente, asumir incertidumbre y, muchas veces, transformar un mercado usando tecnología o modelos innovadores. Por ejemplo una Fintech de medios de pagos.
Uno se construye para sostenerse.
El otro, para crecer.
Uno se enfoca en lo concreto.
El otro, en lo potencial.
Ambos son válidos. Ambos requieren coraje.
Y ambos pueden nacer del mismo proceso de búsqueda.
❌ Mitos comunes sobre el emprendimiento
“Necesito una idea genial para comenzar”: → Lo verdaderamente importante es la ejecución y resolver un problema real. Muchas ideas exitosas parecen simples en retrospectiva.
“El producto tiene que estar perfecto antes de lanzarlo”: → Mejor algo hecho y en el mercado, que perfecto pero invisible. El feedback real viene del uso, no del escritorio.
“Si es bueno, se vende solo”: → Incluso el mejor producto necesita estrategia, distribución, comunicación y constancia. Vender también es parte del producto.
“Primero consigo inversión, después escalo”: → La inversión no es el punto de partida, es una consecuencia de mostrar validación y tracción.
“Tengo que hacerlo todo solo”: → Emprender no es una carrera solitaria. Necesitas aliados, mentores, socios, clientes. Es un juego de equipo desde el día uno.
Finalmente:
Me tomó meses —incluso un par de años— poder desarrollar las experiencias que comparto en este artículo.
Lo que me ayudó no fue encontrar una respuesta perfecta desde el inicio.
Fue probar múltiples roles, aceptar la duda, equivocarme, ajustar.
Y con el tiempo, aparecieron:
Nuevas redes de contacto.
Ideas con verdadero potencial.
Y, con eso, un poco más de calma.
Desde esa calma, algo se destrabó:
Volvió la inspiración.
Surgieron ideas nuevas.
Apareció un nuevo propósito.
No propongo una fórmula (porque creo no existen). Pero sí tengo una convicción:
No se trata de saberlo todo antes de empezar.
Se trata de empezar, de probar, de adaptarse mientras se avanza.
Y si tengo que elegir entre una respuesta perfecta o una acción imperfecta, elijo lo segundo. Porque es ahí donde todo empieza a tomar forma.
📚 Otras publicaciones propias que pueden complementar esta lectura
A lo largo del tiempo fui compartiendo reflexiones sobre distintas etapas y desafíos del camino emprendedor. Estas publicaciones pueden complementar y ampliar algunas de las ideas mencionadas en este artículo:
Un emprendimiento o varios a la vez: mi experiencia luego de la corporación: Sobre la decisión de desarrollar más de un proyecto en simultáneo después de una carrera en el mundo corporativo.
También renuncié alguna vez. ¿Cuándo persistir o abandonar?: Claves para evaluar si seguir, ajustar o soltar un proyecto cuando aparecen dudas o señales de desgaste.
La esperanza no es un método: Por qué, además del entusiasmo, hace falta estructura, foco y planificación para avanzar con sentido.
¿Y si la pasión no es el punto de partida?: Una reflexión sobre cómo el compromiso puede ser más determinante que la inspiración inicial al iniciar un camino propio.
Llegar al límite. Y correrlo!!: Experiencias personales sobre aprendizaje, adaptación y crecimiento más allá de la zona de confort.
Sólo pensar no alcanza. Sólo hacer tampoco: Ideas sobre cómo encontrar dirección en momentos de transición, combinando acción reflexiva y reflexión activa.