¿Y si la pasión no es el punto de partida?

¿Y si la pasión no fuera el punto de partida, sino algo que aparece en el camino? De ser así, “Sigue tu pasión” puede ser un mal consejo. No porque esté mal tener una, sino porque muchas veces no aparece al principio y esperar a encontrarla puede dejarte quieto, inmóvil.En este artículo comparto cómo aprendí a comprometerme primero... y enamorarme después.

Soy de los que cree que eso de “seguir tu pasión” es un verso. Al menos al principio.

Con suerte, con el tiempo, uno le va encontrando el gustito a lo que hace —si lo encuentra—. Pero creo que la mayoría de nosotros empieza con las opciones que tiene a mano y después ajusta a gusto y piaccere, si puede darse ese lujo. Y por “nosotros” me refiero a quienes, llegado el vencimiento, somos los que respondemos por la cuenta.

La pasión es una idea romántica muy linda… pero la vida cotidiana es mucho más práctica y tirana: el colegio de los chicos y el seguro médico se pagan con plata.

No estoy diciendo que no haya que aspirar a algo que nos entusiasme. De hecho, tener una visión clara de lo que uno quiere para su vida es fundamental. Eso siempre lo tuve, y fue lo que me llevó, más de una vez, a pegar un golpe de timón relevante. Pero esa visión no se concreta de un día para el otro. Se construye con tiempo, con prueba y error, con decisiones tomadas en plena incertidumbre. Recurriendo a la disciplina (si uno la trabajó) para levantarse de la cama cuando sabe que el día no va a ser fácil.

Y ese es justamente el problema de la pasión como punto de partida: genera más ansiedad que claridad. O por lo menos, a mí me pasó.

El autor que me ayudó a ordenar esa idea

Cada vez que tuve dudas existenciales o cuando las fórmulas ajenas no me terminaban de cerrar, seguí mi propio camino. Insistía con encontrar respuestas a mis preguntas y, tarde o temprano, aparecían. En este caso, descubrí que no estaba tan solo en mi sospecha respecto a "la pasión".

En su libro Hazlo tan bien que no puedan ignorarte, Cal Newport plantea que “seguir tu pasión” es uno de los peores consejos profesionales . Afirma que la mayoría de las personas exitosas no empezó con una pasión clara, sino que fue desarrollando interés a medida que se volvía buena en lo que hacía.

Según Newport, lo que realmente genera satisfacción profesional a largo plazo no es amar lo que hacés desde el primer día, sino tener autonomía, sentir que aportas valor y crecer en el camino.

La pasión, dice, aparece después. Y eso me hizo mucho sentido.

Mi experiencia: cuando la pasión no aparecía, el compromiso sí

Puedo identificar dos puntos de inflexión en mi historia: uno fue la transición del ejército al mundo corporativo (lo cuento en Del desierto al mundo corporativo), y otro, el momento en que todo lo que había construido en una multinacional se desarmó (lo compartí en De la cima al limbo). Respecto a este último, ese cierre ya lo venía sintiendo. Había señales, preguntas que me incomodaban aunque aún no podía ordenar del todo. En una charla que recuerdo con mucho cariño, un director me dijo:

“Cuando uno empieza a sospechar que está en su tramo final dentro de la corporación, hay que ir tirando semillitas al costado del camino para que alguna crezca.”

Me encantó esa imagen. Él ya había hecho ese recorrido: venía de una gran multinacional de hamburguesas y hablaba con la tranquilidad de quien ya se había reinventado. Esa conversación fue una de las semillas.

El problema fue que, cuando esa transición se aceleró —por circunstancias que favorecían mi salida, aunque no las había planeado del todo—, el ruido interno se multiplicó:

  • ¿Y ahora qué?

  • ¿Será esto realmente lo que quiero?

  • ¿Va a ser rentable?

  • ¿Va a estar a la altura de mi trayectoria?

  • ¿Cómo hago para hacer algo que sea "grande"?

A los pocos días de estar fuera, me encontré con un combo fatal: sin horarios, sin sueldo, sin certezas… y con una exigencia altísima. Quería que mi primer proyecto fuera algo que me apasionara, que escalara rápido y que me representara a lo grande. Todo al mismo tiempo.

Spoiler: no se puede. O no todo junto, ni tan rápido.

Me costaba avanzar. Cada vez que le metía el componente “pasión” a una idea, la volvía irrealizable. Así que cambié el enfoque. En vez de buscar lo que me apasionaba, empecé por lo que sabía hacer bien y lo que podía empezar a construir con lo que tenía a mano.

Ahí retomé un proyecto gastronómico que había nacido con esas primeras semillas. Lo lanzamos en pandemia, online, con pocos recursos. Lo tratamos como un laboratorio. Si funcionaba, seguiríamos. Hoy, a comienzos de 2025, abrimos nuestro cuarto local físico.

Cruz OMAKASE: Nuestro tercer local y nueva marca/concepto.

Mis conclusiones: no empecé con pasión, empecé con compromiso

Hoy, mirando hacia atrás, puedo decirlo con claridad: nunca supe del todo si lo que hacía era “mi pasión”. Pero sí sé que me comprometí.

Y ese compromiso me permitió, con el tiempo, enamorarme del proceso. No siempre fue fácil. Pero tenía una visión, aunque preliminar. Y esa visión fue más importante que cualquier fórmula ajena.

Para mí, lo más útil fue esto:

✔ Comprometerme con lo que quería construir. ✔ Tener, al menos, una idea inicial de hacia dónde ir. ✔ Aceptar que habría incertidumbre, siempre. ✔ Dejar de exigirle tanto a cada decisión. Algunas cosas se acomodan en el camino.

¿Abrir cuatro locales es poco o mucho? No lo sé.

Es lo que pudimos construir hasta ahora con las herramientas que teníamos. Y eso, hoy, me llena de orgullo.

En Cruz VINOS, con otros emprendedores que se la jugaron en el Pasaje VIVAVIVA.