- Germán Cerrato
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La Vocación. Palabras mayores (Parte II)
Una invitación a reflexionar sobre el sentido de lo que hacemos.

Vocación: cuando el trabajo tiene sentido
Hace unos días vi en YouTube una entrevista al comandante del rompehielos ARA Almirante Irízar 🇦🇷.
No era un video más: el comandante es un amigo con quien tuve el privilegio de dar la vuelta al mundo en la Fragata Libertad 🇦🇷. Además, tuve el honor de estar presente en la ceremonia en la que asumió el comando del Irízar.

(Comparto el link para quien le interese: Cómo rompe el hielo el Irízar)
Lo que me atrapó no fue solo la magnitud de la campaña antártica ni el reconocimiento internacional del buque. Fue cómo respondía: con pasión, con orgullo y con un nivel de detalle que solo tiene quien vive lo que hace. Ahí recordé algo que ya había escrito en una publicación anterior, La Vocación. Palabras mayores (Parte I): la vocación no se explica; se transmite. Está en la mirada, en el tono y en la forma de contar.
Trabajo, carrera y vocación
En esa publicación anterior mencionaba que, en el libro Hazlo tan bien que no puedan ignorarte, Cal Newport distingue:
Trabajo: lo que te permite pagar el alquiler.
Carrera: un recorrido hacia puestos cada vez mejores.
Vocación: un trabajo que es parte de tu vida y de tu identidad.
En mi caso, no podría trabajar solo por un sueldo. No por romanticismo: las cuentas se pagan con plata, y los viajes que disfruto con mi familia también. Pero poder encontrar un sentido en lo que hago es algo que mi corazón no deja pasar por alto. Alguna vez estuve en piloto automático y, por suerte, mis alarmas internas estaban bien seteadas para avisarme que algo no estaba bien.
Hay momentos en los que no se puede elegir y otros en los que no nos detenemos a mirar que sí podríamos elegir distinto.
Cuando lo que hacemos forma parte de quiénes somos
Mientras estuve en el Ejército, trabajé por vocación y lo disfruté. No sin sacrificios, pero convencido. Esa misma entrega la vi en mi amigo al mando del Irízar.
Después pasé por el mundo corporativo y más tarde al emprendimiento. Cada etapa con sus códigos, reglas y desafíos… y también con sus vacíos. Mis incomodidades internas me empujaron a transformarme profesionalmente. Creo que cómo hacemos y pensamos lo que hacemos construye identidad, y vale ser auténticos con ella.
Cuando me tocó sostener un rol y una postura corporativa porque el cargo lo pedía —aunque no me sintiera cómodo o tuviera que ser “políticamente correcto”— revisaba si eso servía a un propósito mayor, si encajaba con mi plan. Operar en automático para no tener que tomar decisiones estructurales y hacerme cargo, en mi caso, siempre derivó en que las incomodidades internas fueran mayores que las externas.
Un buque que también es un país
El Irízar no es solo un barco: es un emblema del país. Cada verano sostiene la campaña antártica: reabastece bases, rota dotaciones, apoya a científicos, responde emergencias y cuida el ambiente en un entorno extremo. Es logística, cooperación internacional y presencia soberana. Y es también una escuela de oficio: tripulaciones jóvenes que aprenden a trabajar en equipo bajo presión, con un estándar que honrar.
Ahí la vocación del comandante se vuelve multiplicadora: liderar es enseñar. No se trata de discursos, sino de procedimientos, entrenamientos y decisiones que cuidan personas.
Más allá de la vida corporativa
Se pueden hacer grandes cosas en cualquier camino: empresa privada, emprendimiento, Fuerzas Armadas, fundaciones o proyectos comunitarios.
También tuve ciclos malos y tuve que esperar mejores condiciones. La clave no era dónde estaba, sino cómo y por qué estaba ahí.
Porque cuando lo que hacemos forma parte de quiénes somos, trabajamos distinto, pensamos distinto y vivimos distinto.
Y entonces ya no se trata solo de pagar el alquiler o subir un peldaño más: se trata de vivir con sentido.
